La aparición de la sal dio lugar también a la aparición de los productos ibéricos. En la antigüedad la carne era cortada en finas tiras y dejada secar al sol, se polvorizaba y mezclaba con grasa, pasaron los años y el descubrimiento del fuego permitió el uso del humo y la cocción.
Son numerosas las variedades de cerdo ibérico, negras y coloradas, lampiñas o con pelo, pero todas presentan unas características comunes: son cerdos puros, alimentados desde el destete hasta el comienzo de la ceba con piensos compuestos y terminados de engordar con una dieta a base de bellotas.
El consumo de los productos del cerdo ibérico aporta los siguientes beneficios:
-Retardan el envejecimiento.
-Reducen la presión arterial y ayudan a controlar el nivel de triglicéridos y el colesterol.
-Poseen un elevado valor proteico y aportan gran cantidad de vitaminas, proteínas, lípidos, hierro y zinc.
-Se recomienda su consumo a las mujeres en periodo de embarazo o de lactancia y a los niños.
Existe una gran variedad variedad de embutidos ibéricos de gran calidad y exquisito sabor: caña de lomo, salchichón imperial, chorizo, jamón, mortadela, manteca y sobrasada.
Todos estos productos se consumen generalmente fríos, con pan, con tostadas, con piquitos o en bocadillo. Son muy comunes las llamadas tablas de ibéricos, compuestas por una variada presentación de varios productos, para ser consumidos por varias personas. Se usan como aperitivo, a modo de tapa fría, antes de las comidas o como merienda o cena en plan informal.
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